Tuve la suerte de crecer en una casa con muchos libros. Con paredes llenas de libros que para mí eran como pequeñas ventanas a otros mundos. Las bibliotecas (personales, públicas, propias y ajenas) siempre me han parecido preciosos enjambres de posibilidades de aprendizaje.
Por eso me encanta la clasificación que hacía Umberto Eco de entender una biblioteca. Según él, hay dos tipos de persona: los que ven la biblioteca personal como una muestra de lo que saben y los que la ven como un recordatorio de lo que quieren aprender. Yo soy de las segundas. Por eso compro los libros de tres en tres. Y soy capaz de comprarme otros tres sin haberme terminado los anteriores, lo confieso.
Y es que no compro por tenerlos, ni siquiera para leerlos al momento, sino para leerlos en algún momento. De hecho, sólo el acto de comprarlo es una declaración de intención, no sólo de lo que quiero leer, sino de lo que quiero aprender.
TODOS LOS LIBROS QUE TE QUEDAN POR LEER
Los japoneses llaman Tsundoku al hecho de apilar libros. De tsunde-oku (apilar cosas) y dokuso (leer libros), el slang hizo el resto para crear el término.
En Occidente lo hemos acabado definiendo como “comprar más libros de los que puedes leer” o incluso “libros que nunca vas a leer”. Haciendo una búsqueda en Google, el término sufre el efecto teléfono escacharrado y va tomando más o menos cariz peyorativo en función de quien lo escriba. Y hemos acabado dándole un sentido algo peyorativo a algo que en Japón no lo es en absoluto.
Al Tsundoku, Nassim Taleb lo llama la ‘antilibrería’ y afirma que todo el mundo debería tener una, adquiriendo todos los libros que le permita su situación financiera. Y Edward Newton, hace casi un siglo ya decía que “comprar más libros de los que se pueden llegar a leer es la manera que tiene el alma de llegar al infinito… Apreciamos los libros incluso si no son leídos, su mera presencia emana confort, su fácil acceso, la tranquilidad.”
En la historia ha habido -y siguen existiendo-muchos bibliófilos, amantes de los libros. Nicolas Basbanes, añadió el siguiente subtítulo a su libro “A Gentle Madness“: ‘Bibliofilia, bibliómanos y la eterna pasión por los libros’. En él recoge la historia de los mayores coleccionistas, amantes e incluso ladrones de libros. Curiosa la historia de Stephen Carrie Blumberg, conocido como el Bandido de Libros, que llegó a robar más de 23.000 libros, por valor de $5.3M en los años 90 en EEEUU. Y es que cuando la bibliofilia se convierte en bibliomanía, ya es más preocupante, porque entonces se convierte en un desajuste que afecta las relaciones personales, como le pasó a Thomas Froguall en el s. XIX, quien mencionó el término por primera vez en su libro “Bibliomanía o libro-locura. Un romance bibliográfico”, con el que aceptó que él mismo padecía el trastorno.
Y como trastorno peligroso tendríamos la bibliofobia, pero ese nos lleva al lado opuesto y ahí no quiero entrar porque nos alejamos -y oscurecemos-demasiado.
En Occidente le hemos dado un enfoque peyorativo al Tsundoku, que no tiene en Japón, donde nació el concepto.
Volviendo al amor (del sano) por los libros, hay una diferencia entre un bibliófilo y el Tsundoku: el bibliófilo a menudo tiene como objetivo crear una colección de libros especiales, tal vez únicos, más allá de su lectura; el que “padece” tsundoku busca leer, independientemente de que acabe creando una biblioteca o no. Incluso aunque a veces no pueda leer todos los libros que adquiere.
Y pongo “padecer” entre comillas, porque no hay nada de malo en atesorar libros, con la esperanza de leerlos algún día. Haz como Alberto Manguel y no te sientas culpable por los libros que todavía no has podido leer, “los libros tienen paciencia, te esperarán”.
Tener una biblioteca de libros por leer, o practicar -este término me gusta más- el Tsundoku, es un acto de valentía, humildad, libertad y curiosidad a partes iguales. Valentía de estar dispuesto a seguir transitando por el camino del aprendizaje continuo. Humildad por aceptar lo que no sabes. Libertad por permitirte aprender de los temas que te apetecen. Y curiosidad por seguir asomando por cada ventana que supone un libro.
Un Tsundoku, esa pila de libros por leer, es un recordatorio intelectual. Te hace consciente de lo que no sabes y te da un empujón para seguir aprendiendo.
Tsundoku sin libros
En este momento digital y de sobre información, el Tsundoku se extiende a dispositivos y pasa de los libros a todo tipo de texto.
Las pilas de libros pueden ser ahora ebooks almacenados en un kindle o tablet. Ahí ya no hacen esa función de biblioteca a mostrar, porque se ha convertido en algo más íntimo, totalmente personal. Ya no se apilan los libros, ni siquiera existe la opción de apilar por preferencias, por momentos o incluso por espacio. Ahora se agolpan en el dispositivo, sin más orden que el que seamos capaces de darles en diferentes carpetas.
Esto tiene dos visiones. Dos efectos del libro digital que intentaré explicar de manera muy concisa para no entrar en el debate sobre libro papel versus digital, porque eso da para otro post.
Por un lado, en lo que a biblioteca se refiere, los libros dejan de hacer esa función de hogar que tienen cuando buscan rincones donde apilarse en casa. Perdemos la oportunidad de soñar mirando los lomos, buscando una ventana por la que deslizarnos.
Pero al mismo tiempo, le da más autenticidad al Tsundoku como biblioteca por aprender, más que biblioteca por enseñar. En el dispositivo los libros se convierten en algo más íntimo, donde no hay necesidad -ni oportunidad- de parecer, de simular. El color de las tapas ya no tiene sentido, para quien en algún momento lo tuvo. Confieso que para mí, que leo ya casi todo en kindle, eso lo convierte en algo excesivamente íntimo, echo de menos el compartir e intercambiar libros. Me gusta prestar esos libros que me han gustado, es como pasar encapsulada una vivencia, un rato especial o un aprendizaje concreto. Aun sabiendo que, la mayoría de veces, no vuelve (Anatole France, premio Nobel de Literatura en 1921, decía que “Nunca preste libros porque nadie los devuelve jamás; los únicos libros que tengo en mi librería son los que me han prestado otras personas.”). Pero incluso así, la idea de saber que ese libro está yendo de mano en mano, y en cada una suscita aprendizajes nuevos, me parece maravilloso. Eso también es hacer biblioteca, en cierto modo.
Las listas de deseos de las librerías online te da una sala previa donde guardar cientos de títulos que son Tsundokus en si mismos. La posibilidad de descargar fragmentos del libro, facilita apilar recordatorios de lo que queremos leer. Y el precio más reducido de los ebooks, facilita todavía más dar rienda suelta a la bibliofilia, a golpe de click.
Con el ebook, perdemos la oportunidad de soñar mirando los lomos de los libros de la biblioteca, buscando una ventana por la que deslizarnos.
Pero no sólo apilamos libros. También lo hacemos con enlaces, artículos que encontramos navegando y nos parecen interesantes, que guardamos para después. Y ese después nunca llega, muchas veces. Esto también es Tsundoku.
Pero igual que pasa con los ebooks, ni siquiera los tenemos a la vista. Ya no son recordatorios que nos alimentan el alma, como decía Edward Norton. Más bien nos la atormentan. Es un recordatorio de improductividad y desorden. Curioso que cuanto menos lo vemos, más nos molesta. Una pila de libros son varios “podría”. Una lista de enlaces son “debería”.
ANTES DE LANZARTE AL Tsundoku
Por eso, en esta tendencia a acumular que nos da la era digital, no quisiera terminar esta reflexión y defensa del Tsundoku, con 3 recomendaciones:
- Antes de comprar un libro o añadir un enlace a tu feed, piensa porqué o para qué quieres tenerlo. Lo importante no es tanto que le encuentres una utilidad justificable, como que reflexiones antes de darle al click, porque todo lo que no sea comprar en librería, puede provocar un exceso de compra o inclusión por impulsividad.
- Relacionado con el anterior, evita el FOMO: no se trata de tenerlo porque es lo que todo el mundo lee. Recuerda la libertad del Tsundoku, no tienes que seguir modas, sólo tu motivación e instinto. La elección debe ser tuya, no de los demás.
- Haz un skimming antes de incorporarlo. Haz un barrido rápido por el texto, para confirmar que te apetece leerlo. Luego tal vez no lo leas -asumimos el riesgo- o no te guste -también puede pasar-. Pero reduce el riesgo de uno y otro, antes de añadirlo a la pila.
EFECTO TSUNDOKU: el curso
Si quieres organizar tu proceso de lectura para leer más y mejor, recuerda que tienes a tu disposición el curso Efecto Tsundoku. Conciso, completo. Toda la información, aquí.