La productividad como medida de talento

Si buscas ‘Productivity’ en Google, te da 332millones de resultados. Si buscas Get Things Done, ¡3.040 millones!

Está claro que la productividad, la capacidad de cumplir con las tareas asignadas (por otros o por nosotros mismos), es algo que nos preocupa. Ya sea porque no llegamos a todo lo que tenemos que hacer o porque no cumplimos con lo que nos hemos propuesto.

Las ciencias económicas definen la productividad como “la medida económica que calcula cuántos bienes y servicios se han producido por cada factor utilizado durante un periodo de tiempo”. Es decir, el objetivo de la productividad, según su definición, es buscar el ahorro de tiempo o el ahorro de costes.

Por eso, uniendo esta definición a la metodología GTD (Get Things Done) de David Allen, interiorizamos la idea de productividad en función de cuántas cosas somos capaces de hacer en un tiempo determinado.

Incorporamos herramientas como la misma App de GTD para aprender a organizarnos, el Pomodoro para distribuir las tareas en bloques de tiempo, el Todoist para hacer listas…. O métodos que se basan en el eje Urgencia / Importancia para elegir el orden en que vamos resolviendo. No será por falta de opciones.

La procrastinación, por supuesto, entra en escena como el malo de la película casi en todas ellas. Es lo que nos merma la productividad, porque hace que pospongamos una y otra vez aquello que no nos apetece, con cualquier excusa. Es lo que nos impide terminar la lista y nos genera frustración por no ser capaces de avanzar, de ser todo los productivos que deberíamos ser.

 

¿Y SI LA PRODUCTIVIDAD FUERA OTRA COSA?

Leía en el libro de Michael Neills, Inside Out, un concepto de Productividad que me ha parecido muy interesante: es el enfoque de la productividad como la relación entre Esfuerzo y Recompensa.

¿No te pasa que hay actividades en las que dedicas poco esfuerzo pero en cambio el resultado es brillante? O al contrario, hay tareas en las que dedicamos mucho rato y esfuerzo, para resultados mediocres o que nos resultan poco satisfactorios.

Si pudiéramos contabilizar el esfuerzo y la recompensa en unidades, podríamos empezar por buscar la productividad en esas tareas en la que, como mínimo, a cada unidad de esfuerzo le correspondiera una unidad de recompensa.

De ahí, podríamos encontrar tareas en las que, dedicando pocas unidades de esfuerzo, obtenemos muchas unidades de recompensa: porque el resultado es excelente, porque nos sentimos satisfechos, porque hemos disfrutado en el proceso y, por tanto, hemos tenido que invertir menos unidades de esfuerzo. Aquí, podríamos identificar que estamos siendo productivos, porque siguiendo el significado de productividad, hemos obtenido más de lo que hemos invertido.

Igualmente, identificaríamos rápidamente esas en las que, a pesar de dedicar muchas unidades de esfuerzo, las unidades de recompensa resultantes, son mínimas, ya sea por el resultado en la tarea o por la poca satisfacción o aprendizaje obtenido. En este caso, en cambio, la productividad podríamos decir que ha sido baja.

 

SI EL TIEMPO ES RELATIVO, ¿NOS PUEDE SERVIR COMO MEDIDA DE LA PRODUCTIVIDAD?

Cuando eso sucede, el factor TIEMPO, tan importante para la definición estándar de productividad, adquiere su relatividad. Sería lo que Neills llama ‘Distorsión Positiva del Tiempo’ o lo que Mihály Csikszentmihalyi acuñó como “Flow” y que explica en el libro del mismo nombre.

Y entendemos que el esfuerzo no viene medido por el tiempo que le dedicamos, sino por lo mucho o poco que disfrutamos con ello. Por lo fuertes o débiles que nos sentimos al realizar la tarea, tal como explica Marta Zúñiga en este vídeo para identificar tu fortaleza (2 minutos muy recomendables). Es decir, no se trata sólo de que se te dé bien, sino de que te aporte seguridad, te haga crecer.

Con todo esto, podríamos decir que la productividad no viene por hacer más cosas, por añadir más tareas, por llegar al nivel máximo de presión que seamos capaces de soportar, como indicador de cuánto trabajo podemos realizar.

La productividad vendrá definido por la calidad del trabajo. Y ahí, cuanto mayor sea el ratio Esfuerzo/Recompensa, más productivos seremos.

Así que si quieres aumentar tu productividad, empieza por identificar tus fortalezas, saber dónde aportas valor. Dónde consigues la máxima Recompensa con el mínimo Esfuerzo. Y con mínimo esfuerzo no me refiero al mínimo tiempo, sino al mayor disfrute (o “flow), más fuerza, más aportación de valor y conexión.

Relativicemos el tiempo, es importante quitar todo el elemento mecanicista al trabajo, porque ahí siempre nos ganarán las máquinas: si entra en juego el factor tiempo, será difícil ser más rápidos.

En cambio, si sustituimos tiempo por aportación de valor, podremos poner el foco en esas tareas donde el ratio Esfuerzo/Recompensa sea, como mínimo, 1:1. Y, a partir de ahí, el reto estaría en aumentar las unidades de Recompensa por cada unidad de Esfuerzo. De hecho, podría ser una buena manera de medir talento: cuantas más unidades, mayor talento.

Y dejaríamos de preocuparnos por la procrastinación, por las listas, por el tiempo… al menos al hablar de productividad. Porque bajo este concepto, el foco estaría en otro lugar: en hacer las cosas bien; muy bien. ¿Probamos?

2 Comments

  1. Marta Zúñiga 08/07/2020 at 5:20 pm

    Gracias Aurora por la mención, por compartir mi video sobre talento y fortalezas. Me ha gustado mucho esa conexión entre productivad y talento. Las fortalezas son el antídoto de la procrastinación.:-) Un abrazo y enhorabuena por tu artículo. Me ha gustado mucho.

  2. mz@talentjuice.net 08/07/2020 at 5:22 pm

    Gracias Neus, por la mención, por compartir mi video sobre talento y fortalezas. Me ha gustado mucho esa conexión entre productivad y talento. Las fortalezas son el antídoto de la procrastinación.:-) Un abrazo y enhorabuena por tu artículo. Me ha gustado mucho.