Ahora que Dall-e dibuja y que el ChatGPT hace poesía, defiendo una creatividad que no se contemple como fin, sino como medio. Un medio para conocerte. Para permitirte. Para ser.
Cuando integras la actitud creativa en tu día a día, te sientes más capaz de hacer, de vencer, de aportar. Vences a tu juez, que todo lo pasa por el filtro de la utilidad, que siempre ve pegas donde en realidad hay luz. Superas tus miedos a no ser suficiente, a no poder. Te liberas de las costuras que te mantienen, a resguardo, en una zona de confort que hace tiempo que te quedó pequeña. Ser creativo no va del resultado, sino del proceso. No va de pinceles, sino de actitud.
Hay quien es creativo imaginando historias ficticias y hay quien lo es contando historias reales en forma de biografías o reportajes.
Hay quien crea personajes nuevos a lápiz y quien retrata el alma con un servicio que va directo al corazón de una necesidad latente.
Hay quien inventa nuevos objetos y quien descubre nuevas fórmulas para un medicamento, para reutilizar el agua u optimizar la energía.
Hay quien inventa juegos con sus hijos y quien encuentra nuevas maneras de motivar a los equipos o a sus alumnos.
PREGUNTAS Y DATOS
Crear, al final, es encontrar nuevas combinaciones con lo que ya existe. Es preguntarse “y por qué no”. Atreverse. Equivocarse. Volver a preguntar. Buscar nuevas respuestas. Estar dispuesto a desecharlas todas, si hace falta, para volver a empezar. Saber que las primeras ideas son sólo el calentamiento. Que las ideas más fructíferas salen después de muchos intentos. Por eso decía Picasso que la inspiración tenía que encontrarte trabajando. Y muy trabajado, diría yo. Porque ninguna idea sale de la nada. Si crear va de hacer nuevas mezclas, cuantos más ingredientes tengas en la despensa -esa que llamamos memoria-, más combinaciones habrá. Pura probabilidad.
Sin embargo, no basta con cruzar aleatoriamente. Eso lo hacen las máquinas. Cada vez de forma más coherente, lo sé. Sin embargo, durante el proceso creativo -el nuestro-, el cerebro se convierte en una máquina prodigiosa que le añade emoción, intuición, anhelos e inquietudes para devolver algo más que datos combinados. Esa es nuestra fórmula secreta. También para nosotros. Por eso, aunque queramos, no sabemos explicársela a la IA.
AUNQUE LAS MÁQUINAS SEAN CREATIVAS….
Y si llega un momento en que sepamos hacerlo explícito, hagámoslo, si esto nos hace sentir más capaces. Cuántas cosas se están haciendo sólo para confirmar que se pueden hacer. Sin un por qué ni un para qué. Sin sentido, en realidad. Pero no deleguemos en las máquinas algo que nos hace tan humanos. Compartamos la habilidad, si hace falta. Pero no dejemos que esa IA fuerte, esa que será capaz de pensar por si misma, nos haga a nosotros más débiles. Porque reducir nuestra capacidad creativa es quitarnos a nosotros mismos la posibilidad de sentirnos capaces de construir el futuro que queremos, de superarnos, de ser mejores que ayer, con la posibilidad de seguir mejorando mañana.
Cuestionar el status quo, reinventar incluso lo que funciona, forma parte de nuestra especie. Lo explican muy bien Anthony Brandt y David Eagleman en su libro “La especie desbocada“. Nuestro cerebro se adapta tan bien al cambio, que se aburre. Necesitamos seguir replanteando el entorno, cuestionándolo todo, sentir que podemos hacerlo mejor. Al fin y al cabo, un paradigma es una respuesta a una nueva pregunta.
Hagamos nuevas preguntas. Pero hagámosnoslas a nosotros mismos. Preguntas al aire. Preguntas nuevas, que nadie sepa. Ni siquiera el ChatGPT. Preguntas a las que tengamos que encontrar respuesta entre todos. Cada uno, desde su talento. Mezclemos datos, emociones y expectativas, para seguir aportando nuevas soluciones a los nuevos retos. Y a los viejos que todavía no hemos resuelto, que también los hay.
Que las máquinas puedan dibujar no quiere decir que nosotros tengamos que dejar de hacerlo. Pongamos foco en el proceso, más que en resultado. Porque ahí está el aprendizaje, la superación y el crecimiento. Luego, si eso, guardamos el lienzo en el trastero. Pero la satisfacción de haber sido capaces, la meticulosidad de la pincelada, el crecimiento durante el proceso, todo esto no nos la quitará nadie. Ni siquiera las máquinas, por más que tengan un nombre parecido a cierto pintor ampurdanés.