Había una época, no tan lejana, en la que la gente se especializaba en un tema a través de la carrera universitaria, sobre la que se hiper especializaba luego en un master, para acabar desarrollando una tarea en concreto en una empresa, para el resto de su vida. O tal vez en dos empresas, máximo tres, en el caso de espíritus cambiantes.
Todavía quedan resquicios de esa época, pero son cada vez menos. Porque las turbulencias del momento afectan a todo tipo de entornos y empresas. Incluso el más clásico ha tenido que aprender, como mínimo, a teletrabajar durante este último año. Y ha sentido, en algún momento, que su puesto peligraba, por aquello de las barbas del vecino.
vuelta a la normalidad
Para quien espere volver a la normalidad, comparto ese meme que circula que dice que “la OMS avisa de que sólo volverá a la normalidad quien ya fuera normal antes”.
Bromas aparte, me parece interesante entender que muchos de los cambios han llegado para quedarse, porque ya antes de la pandemia estaban dando señales de llegada. Por ejemplo, ya antes del 2020 no era normal:
- pretender realizar las mismas funciones y, por tanto, no tener que seguir aprendiendo, cuando la tecnología automatizaba tareas cada vez con mayor urgencia.
- tener el mismo trabajo para siempre, cuando las empresas de los primeros puestos del ranking de empresas más valiosas del mundo en 2020, cuando vivíamos en la aparente normalidad, apenas existían en 2010.
- desplazarnos todos los días a la oficina, para luego trabajar de forma aislada desde un cubículo con ordenador.
- pretender resolver en solitario los nuevos retos, cada vez más complejos y necesitados de visiones y expertises diferentes.
- querer crear organizaciones innovadoras sin dejar espacio al error.
- pretender pausar el mundo mientras aprendíamos de un tema determinado.
aprender para adaptarse
Nada de todo esto era normal antes de la pandemia. Y hoy, todavía lo es menos.
Necesitamos adaptarnos a un mundo que cambia constante, rápida e impredeciblemente. Se requieren nuevas aptitudes y, sobretodo, una nueva actitud.
Decía Darwin que sobrevive el que mejor se adapta. En el entorno actual, también: ya no gana el más grande sino el que sabe entender el nuevo entorno y conocer qué se espera de él. Ya no cuenta tanto el pasado, como lo que seas capaz de aportar en el (al) futuro. La experiencia es un grado, pero la valentía y capacidad de aplicación también. El “sabelotodo” tiene que ser, también, “aprendelotodo“, como dice Satya Nadella, CEO de Microsoft.
Ya no cuenta tanto el pasado, como lo que seas capaz de aportar en el (al) futuro.
Se adapta el que mejor aprende, que no es necesariamente el que más aprende. Aprender mejor ya no significa memorizar más, si es que en algún momento nos llegamos a creer que era eso. Y no digo que no haya que recordar datos, vínculos e incluso algunos procesos. Pero hoy necesitamos memorizar desde la emoción, porque los datos en frío ya los tienen las máquinas. Hoy más que nunca, afectividad y efectividad van de la mano.
Las máquinas almacenan datos de forma ordenada, para relacionarlos de forma lógica. Nuestra magia, en cambio, está en almacenar la información en forma de sinapsis que aparecen cuando la “invocamos”, cuando pensamos en ello. Pero sin saber dónde está esa secuencia ni con qué otras sinapsis conectan. En definitiva, almacenamos, sobretodo, emociones. Y las relacionamos de forma casi aleatoria, impredecible, porque incluso cuando hay lógica, hay emoción.
Aprender no conlleva sólo adquirir conocimiento; aprender es mucho más: con cada aprendizaje, modelamos nuestro cerebro.
En definitiva, aprender, hoy, más que nunca, es aquello en lo que decía Sócrates que consistía la enseñanza: encender una llama, no llenar una vasija.
Hoy más que nunca, afectividad y efectividad van de la mano..
Hoy, lo importante de los datos es saber qué hacer con ellos, ser capaces de crear algo nuevo, de proponer soluciones a los retos que nos arrojen esos mismos datos.
Sin aplicación, ya no hay aprendizaje. El talento ya no es lo que uno sabe, sino lo que hace con lo que sabe. Hoy, se adapta el que mejor aprende de la experiencia, de los errores, del entorno, de la escucha, de la espera. Sí, también en la espera hay aprendizaje.
Y esto no se aprende en sólo un curso. Tampoco en dos. Se aprende combinando fuentes y formatos. Se aprende desde la curiosidad y la motivación intrínseca. Se aprende aprendiendo de forma constante. Siendo capaz de autoaprender, saber qué, cuánto, por qué, para qué y para cuándo necesitas sabes.
Qué aprender
No necesitas saberlo todo, ni comprar el programa entero si no te encaja completamente. E incluso si encuentras uno que te aporte todo lo que quieres saber, inclúyelo en tu plan personalizado, compleméntalo, aliméntalo.
Hazte un plan a tu medida, con lo que necesitas saber. Sólo eso. Ni más, ni menos. Un plan abierto, que puedas ir adaptando según vayas testando.
Configura tu Aprendizaje Mínimo Viable: lo mínimo que necesitas saber para empezar a rodar. No te preocupes por la calidad, ya habrá tiempo de ir perfeccionando. Y no me refiero a que vendas lo que no sabes, simplemente que no dejes que el perfeccionismo te paralice. Cuando aprendes, lo importante es confirmar que eso que crees que necesitas saber, es lo que de verdad necesitas.
cuánto aprender
Unido a lo anterior, en función de para qué necesites aprender, necesitarás aprender más o menos. Profundizar más o quedarte en un plano global. No siempre necesitarás tener expertise nivel master para ponerte en acción: en muchos casos nadie te pedirá ser experto o experta en el tema, pero sí que puedas resolver la necesidad.
Además, con todo lo que tendrás que aprender de forma continua, no podrás aprenderlo todo con la intensidad que a lo mejor querrías, porque los proyectos no esperan.
Así que define cuánto necesitas aprender, realmente, para cumplir con tu objetivo, sea el que sea.
por qué y para qué aprender
Entender por qué aprendes te obligará a definir primero qué es lo que ya sabes y qué te falta aprender. El para qué, te ayudará a definir tu propuesta de valor, saber qué podrás ofrecer con lo que aprendas.
Uno y otro te servirán, también, para priorizar y poner orden a tu proceso de aprendizaje. Definir para qué necesitas leer ese libro, ese artículo o hacer ese curso. En un momento de sobre- información, en el que a menudo sentimos que tenemos que leerlo por el simple hecho de que esté escrito, priorizar y entender lo que nos aportará cada lectura, cada curso, cada conferencias, nos ayudará a optimizar nuestro tiempo.
Aprender ya no es lo que era. Nos han quitado tiempo y algo de calma para el proceso. Pero a cambio nos han dado un aprendizaje con sentido, con enriquecimiento, con más experiencia. Con emoción. Si todavía no la sientes, es que no estás aprendiendo como exige la era digital que, es, por antonomasia, la era del aprendizaje.