.
Nos hemos pasado la vida aprendiendo lo que otros ya sabían.
Leemos y escuchamos lo que otros han escrito o dicho. Y lo hacemos a modo de descarga de información. De cabeza a cabeza. De lo que uno sabe a lo que aprende el otro. Del que escribe al que lee. Del que explica al que escucha. Y dale tiempo a Elon Musk que, con su Neuralink, tal vez la descarga acabe siendo más literal que nunca.
Sabemos cómo aprender del pasado, llevamos toda la vida haciéndolo. Unas veces con cierto tedio, por mera repetición. Otras, por puro convencimiento de la importancia de una base de conocimiento. Pero el proceso suele ser siempre parecido, independientemente del motivo: hay alguien que sabe más y otros (los demás) que saben menos.
En este formato, quien más sabe puede preguntar a los demás, para confirmar que han entendido; a sus preguntas hay una respuesta -o varias- correctas. Quien sabe el contenido, también conoce las respuestas. Y el que está aprendiendo puede afirmar que sabe, cuando consigue contestar sin errores.
Este es el formato más común y es el que en la Teoría U se llama “aprender del pasado”. Aprendemos de lo que otros han hecho o han aprendido antes.
Caminamos a hombros de gigantes cada vez que aprendemos a partir de lo que otros ya sabían. Y eso está bien, vivan esos gigantes que construyeron en su momento la base sobre la que seguir edificando. Pero cuidado con darlo todo por válido, cuidado con los patrones que descargamos. No porque esté escrito es fiable, no porque nos lo cuenten es cierto. Hoy, más que nunca, hay que saber discernir entre unas descargas y otras.
El proceso suele ser siempre parecido, independientemente del motivo: hay alguien que sabe más y otros (los demás) que saben menos.
.NUEVAS PREGUNTAS PARA INNOVAR
Pero los verdaderos avances siempre han surgido a partir de preguntas nuevas. Preguntas que nadie se había hecho antes y, por tanto, a las que no había respuestas.
Hacer preguntas “al aire”. Esas que parecen disparatadas, incluso. Esas que probablemente haya quien encuentre incluso absurdo intentar responder. En realidad, no son preguntas buscando a alguien que las sepa responder. Son preguntas que generan más preguntas y que, con ellas, invitan a unirse en la búsqueda, entendiendo que la respuesta estará al final de un camino largo. Si la hay. Porque podría no haberla y quedarse sin responder. Pero en el trayecto, seguro, habrán surgido respuestas inesperadas o preguntas nuevas.
Las preguntas que innovan son las que empiezan con “¿Cómo podríamos….?”, “¿Qué pasaría si….?”, ¿Y si….?”.
La innovación surge cuando, con todo el conocimiento del pasado, empezamos a aprender estando en el presente y mirando al futuro.
LO QUE ENSEÑA EL PRESENTE
Aprender del presente implica estar. No sólo físicamente, sino atentamente. Estar significa, básicamente, tres cosas: observar, observar y observar. Y, mientras, no juzgar. Absorber el presente. Entender lo que sucede a nuestro alrededor. Respirar lo que nos rodea.
Suspender el juicio un rato. Sólo observar, para asombrarnos (ir más allá de nuestros patrones de descarga).Y desde ahí, bucear, entrar. Aprender del presente implica intención, cuerpo y mente.
Abrir el corazón. Cuestionar nuestros frenos. Estar presente es conectar con lo que nos mueve, lo que percibimos, lo que pensamos, lo que sabemos. Presencia contiende la palabra esencia porque es cuando estamos, que conectamos.
Hacer, probar, preguntar(nos). Equivocarnos, reintentarlo, reflexionar. Iterar, reenfocar, aplicar. Aprender del presente es aprender haciendo, escuchando, estando.
Tan importante y tan poco que nos han enseñado a aprender así. Nos da tanto miedo la incertidumbre del futuro que nos refugiamos en la seguridad del pasado. Comprender el pasado nos ayuda a visualizar el futuro, dicen, por aquello de que la historia no se repite, pero rima (no está claro que fuera Mark Twain, quien lo dijo).
El exceso de presente, en cambio, no entraña tanto peligro, más allá de acercarse a la felicidad, la serenidad y descubrimiento -en otro post escribiré sobre la memoria a corto plazo y la felicidad-.
Cuando estás en el presente, y esto es lo importante desde el punto de vista del aprendizaje, se reduce el miedo y nuestro cerebro se enfoca desde un estado relajado, sin estrés, lo que lo predispone a aprender.
Estar en el presente ayuda a recordar mejor, por el simple motivo de que si no estamos presentes, no tenemos datos para almacenar sobre lo vivido. Y cuanto más recibamos y memoricemos de lo que vemos, oímos y percibimos, más fácil nos será beber de diferentes fuentes y enriquecer el conocimiento para hacer más crítico el pensamiento. Paradójicamente, desde la mirada sin juicio activamos un pensamiento más crítico.
Cuando estás en el presente se reduce el miedo y nuestro cerebro se enfoca desde un estado relajado, sin estrés, que lo predispone a aprender.
APRENDER DEL FUTURO
Pero queda el tercer tiempo. Ese que necesitamos ejercitar hoy, junto a los dos anteriores. Necesitamos aprender del futuro, para poder crearlo. Suena un sinsentido, pero déjame que te lo explique.
Hay una dinámica, en Diseño de Futuros, que consiste en recordar el futuro. Y aunque parezca un simple juego de palabras, se trata de aplicar los descubrimiento de la neurociencia acerca de la memoria y la imaginación: cuando la memoria está dañada, es imposible imaginar. Así que aprovechemos que tenemos memoria para tirar de imaginación.
¿Cómo nos gustaría que fuera el futuro? ¿Qué futuro queremos? ¿Qué futuro creemos que podría ser? ¿Qué hará falta para que así sea?¿Qué señales detecto para afirmarlo?
Y cuando lo tengas claro, la pregunta realmente importante: ¿Qué necesito para construirlo? Una pregunta, de nuevo, abierta, sin respuestas. Una pregunta que no busca una respuesta con punto final, sino que es más bien una pregunta que inicia el camino. Aquí toca hacer todas esas preguntas “al aire” que comentaba al principio.
Aprender el futuro implica un saber abierto, sin patrones. Incondicional. Con hipótesis que pueden no ser y con objetivos que pueden cambiar.
Para innovar en este momento en el que estamos, toca aprender como nunca. Leer ampliando la(s) mirada(s) pero exigiendo excelencia en las ideas que vamos a descargar. Aprender seleccionando lo que está escrito.
Y desde ahí, aprender del presente y del futuro. De lo que percibimos, imaginamos, observamos, iteramos y reflexionamos. Aprender a aprender, también, lo que no está escrito.